Perdí
el hilo secreto, conductor de mi alma,
soliloquio
en voz alta por vestir tanta ausencia.
Ramas
frondosas, verdes, (que ayer fueron vitales
y
que ahora no reconozco) huyeron a otra orilla.
Desde
mi pecho roto lentas lágrimas caen.
La
acabó su abandono, su no querer vivir,
su
voluntad partida, (transparentes añicos,
espacios
sin palabras, deteriorado velo
que
ya el silencio cubre y esconde en sus cenizas).
Sus
latidos pararon, los míos van muy lentos,
me
cuesta respirar junto al sillón vacío.
Con
la luna la he visto, creciente luz remota.
Siento
su compañía en noches solitarias.
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