Mañana,
cuando muera, mirad bajo mi almohada;
allí
hallaréis oculto todo lo que guardé:
todo
mi ajuar de vida, la piel que me cubrió
y
muchos pensamientos que no supe expresar;
mi
nombre en un papel grabado en tinta roja,
rota
caligrafía con letra de aprendiz
y
un pequeño baúl de atardeceres
envueltos
en silencios, compartidos espacios
de
besos y caricias.
Los
silencios nos curan, vuelven lumbres en ascuas,
heridas
en cenizas, cicatrices en labios.
Mañana,
cuando muera, buscadme en el silencio.
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